Por Karla Peña
En la sociedad venezolana y muchas otras sociedades, nos podemos encontrar día a día con un tipo de racismo “evolucionado”, es el racismo solapado o disimulado.
Es una forma nueva de racismo que se ha adaptado al control social y se oculta bajo nuevas formas de expresión lingüística, creencias y actitudes.
En la era de lo “políticamente correcto”, el racismo se sanciona, por ello se amolda y continúa presente sin ser confrontativo.
Esta modalidad es igualmente palpable, hiriente y efectiva en sus consecuencias de exclusión, pero sus características responden a las particularidades del país, y tornan particularmente difícil enfrentar, visibilizar y, por ende, superar el problema del racismo.
Edgardo Ortuño lo define de forma muy clara y sencilla en la REVISTA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LETRAS:
El lenguaje nombra. Al nombrar, califica. Al calificar, valora, o asigna valor; en él se legitiman o deslegitiman determinadas expresiones y prácticas sociales.
El lenguaje, o su uso, también determina qué es lo aceptado o, al menos, da una indicación sobre lo que es aceptado, por lo tanto, el lenguaje, consciente o inconscientemente, propuesto o no por quienes lo empleamos o por quienes investigan sobre él, reproduce o no reproduce las discriminaciones.
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