Por Argenis José Delgado Vegas
Las y los afrodescendientes constituimos un segmento dentro del diverso y
complejo mundo de la exclusión, denominación que en muchos casos coincide con
las y los campesinos, clase resultante de la acumulación originaria
capitalista, campesinos y campesinas a su vez descendientes de esclavizadas y
esclavizados africanos ubicados en las haciendas, minas y plantaciones,
unidades productivas carcelarias que sustentaron la colonización de nuestro
continente y la construcción de imperios en la Europa colonial, y posteriormente
en los EEUU.
Somos herederos y herederas de una población
traída forzosamente a este ensayo de geografía humana denominado América por
las grandes empresas comerciales europeas, responsables de la construcción del
Capitalismo Mercantil en el mundo a partir de la trata de personas indígenas de
América y África, sistema económico causante de las cada vez más marcadas
desigualdades sociales actuales. Así mismo, las poblaciones afrodescendientes
somos parte de las comunidades marginadas de nuestros cerros, bloques y/o
barriadas urbanas, descendientes de quienes buscando “mejores” posibilidades de
vida migraron del campo a la ciudad en épocas de la Modernización de los
Estados. Existe coincidencia también de afrodescendientes con los grupos encarcelados,
por comisión o no de delitos que a su vez son consecuencia directa de las
deficiencias en la calidad de vida, pobreza extrema, consumismo exaltado por
los medios de comunicación y la violencia histórica que limita las
posibilidades de las y los jóvenes disminuidos psicosocial, económica y
espiritualmente.
Sin embargo, el diagnóstico anterior se esconde tras una construcción negativa de la identidad afrodiaspórica: los estereotipos establecidos desde siempre por las clases dominantes para legitimar su dominación, partiendo de la supuesta superioridad por el hecho de ser diferentes en los rasgos fenotípicos y culturales. Estas imágenes deformes que identifican a las y los afrodescendientes como delincuentes, brujos, pobres, feos, sucio, mal oliente, sirviente, músicos, deportistas, borrachos, mujeriegos, prostitutas, machistas, violentos, poco instruidos, son manejadas eficaz y sistemáticamente por los medios de comunicación para afianzar el Racismo como un proceso más de exclusión que silenciosamente hace mella en el desarrollo propio.
Los pueblos afrodescendientes -como parte de los pueblos subalternizados, llamados muchas veces a pertenecer a “la zona del no ser”, las y los “ningunead(x)s”, las y los “nadie”, las y los “invisibilizad(x)s”, “no incluid(x)s”, entre otros epítetos, no por elegantes menos racistas, requerimos identificar, reconocer, desconocer el conocimiento que sobre nosotros construyeron “los otros” y generar nuevo conocimiento desde adentro, es decir: 1.-Establecer una ruptura con el conocimiento colonial y/o neocolonial; 2.-“Desaprender lo alienantemente aprendido”; 3.-Propiciar una reconstrucción del conocimiento desde nosotros mismos y 4.-aplicar una metódica para construir conocimientos propios… para lograr la liberación epistémica y en consecuencia estructural y superstructural de nuestras sociedades. Este proceso complejo es lo que el investigador afrovenezolano Jesús “Chucho García” ha denominado afroepistemología y/o afroepismetódica.